Montfort y los laicos

 

El contexto de la vida de Montfort

Para comprender el papel que Montfort asignó a los laicos durante su vida y en su misión, es importante entender el período y el contexto en que vivió. Es cierto que del seminarista ordenado sacerdote en París en junio de 1700, así como del misionero apostólico que murió en Saint-Laurent-sur-Sèvre el 28 de abril de 1716, no es apropiado esperar una gestión de los laicos en el espíritu del Concilio Vaticano II (1962-1965), que dio a los laicos su verdadero lugar en la Iglesia. Sin embargo, hay muchos lugares donde los laicos participaron en las misiones monfortianas, en áreas perfectamente acordes con el nivel intelectual de la época, para el cual, a menudo, el ideal era simplemente “creer lo que la Iglesia cree”.

 Una casa llamada “Providencia”

Durante sus misiones, Montfort estableció una regla: para pagar los gastos de la misión, se tenía que depender solo de la caridad de los feligreses. Sin eso, el éxito de la misión era incierto (Regla de los misioneros, 50). Se dice que los misioneros recibieron en sobreabundancia. Con el excedente “todavía hacía sopa para los pobres todos los días”. Grandet en su biografía de Montfort llega a decir que las jóvenes que fueron contratadas para preparar comidas para los pobres en la “Casa de la Providencia”, también se ocupaban de coser ropa para los pobres que iban allí. Aunque todo indica que las “Providencias” solo duraron el tiempo de una misión, era la oportunidad para que los laicos se beneficiaran de catequesis vivas, sirviendo a Jesús en los pobres y expresando su solidaridad con ellos de manera práctica porque consideraban que los pobres eran el propio Jesús.

Los laicos participan en diversas actividades de la misión

Durante las misiones de Montfort, se pedía a los laicos todo tipo de servicios como la limpieza y el orden de las iglesias. Otros más cualificados se encargaban de la pintura, pavimentación, albañilería, carpintería, tejido o bordado, etc. Era una forma concreta de enseñar a todos que el buen orden del lugar de culto dependía de todos. También se dice que todos los laicos participaban con entusiasmo en la erección de la cruz al final de cada misión. En Pontchâteau unas ochocientas personas trabajaron voluntariamente durante quince meses para construir el calvario en 1709. El único salario recibido fue el favor de contemplar las estatuas para descansar de las fatigas del día. Montfort, arquitecto y maestro de obras, modelaba a estos rudos laicos a imagen de la Sabiduría Crucificada.

Las procesiones durante la misión

Las procesiones, que eran organizadas por Montfort durante las misiones que hacía en las diferentes parroquias, eran una actividad muy querida por los laicos. El recuerdo de los símbolos y gestos que acompañaban a estas procesiones, como llevar la estatua de María, venerar el libro de los Evangelios, besar la pila bautismal al entrar en la iglesia, todo esto quedaría grabado en el corazón de los participantes mucho más tiempo que todas las bellas palabras de un sermón. Sin duda, Montfort sabía cómo implementar vías y medios que esculpían la personalidad cristiana de los laicos.

Las peregrinaciones

Louis-Marie creía profundamente en la gracia de las peregrinaciones. Supo cómo transmitir su fe a los laicos. Al comienzo de la Cuaresma de 1716, treinta y tres Penitentes Blancos de Saint Pompain propusieron al misionero hacer una peregrinación a pie, durante una semana entera, al santuario de Notre-Dame des Ardilliers, en Saumur. Montfort les escribió un reglamento muy preciso que recomendaba la caridad mutua, el silencio frecuente, la mortificación, el ayuno y la obediencia al superior designado. También les fijó una meta para esa peregrinación: “Obtener de Dios, por la intercesión de María, buenos misioneros y el don de la Sabiduría”. Este peregrinaje se reanudó en 1982 bajo el impulso de los Hermanos de San Gabriel. Cada año, desde hace más de 25 años, un buen grupo de laicos ha participado en esta caminata-peregrinación para pedir: “verdaderos misioneros y Sabiduría, por medio de María”.

La renovación del espíritu cristiano

Lo que los laicos realizan con el misionero apostólico es sólo un medio para “renovar el espíritu cristiano en los creyentes”. (Regla de los misioneros, 56)

La renovación de las promesas del bautismo

Según Montfort, el bautismo comporta una transmisión de esclavitud: el bautizado se convierte en un verdadero esclavo “enamorado” de Jesucristo (VD 68). Pero en realidad, a menudo vive con tanta libertad como si no le hubiera prometido nada a Dios (VD 238). Durante la misión parroquial, Montfort se apoya en la religión popular para restaurar la vida cristiana, especialmente en: las asociaciones, las cofradías, los juegos escénicos y el rosario como una comunión con los estados y los misterios de Jesús entregado para el perdón de los pecados. Por encima de todo, Montfort hacía de la renovación de las promesas de bautismo la cumbre de sus misiones, en respuesta a la orden recibida del Papa Clemente XI durante la audiencia de junio de 1706. Montfort aprovechaba el momento de la renovación para hacer uno de los ejercicios más solemnes y serios de todos. Cada uno se marchaba con su certificado de renovación firmado para “conservar estas resoluciones hasta la muerte”. Esta es la base de la espiritualidad aplicada a todos los laicos, con una marcada y muy antigua insistencia en “huir como de la peste” de todos los lugares donde el diablo acecha.

La consagración a Jesús por María

A las “almas predestinadas”, a las que Montfort cree llamadas a ir más lejos en la vida espiritual, les propone un tamiz más fino: “Cuanto más se consagre un alma a María, más se consagrará a Jesucristo” (VD 120). El perfeccionamiento de la espiritualidad propuesta a los laicos consiste, pues, en renovar los votos del bautismo por manos de María y en entregarle incondicionalmente toda su persona, todas sus acciones y todos sus bienes (ASE 228). En el vocabulario de la época, esclavitud, expresa bien todo el proceso.  El 6 de enero de 2001, el Papa Juan Pablo II cerraba el Año Jubilar escribiendo: “La perspectiva en la que debe situarse todo el camino pastoral es la de la santidad”. Fiel a su misión apostólica, Montfort se ha dotado de medios pedagógicos que, desde hace 300 años, han dejado una huella original en la espiritualidad de los laicos.

(Partenariat – orientations générales – pages 34-38)

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